Rodeando el monasterio y salpicadas entre la floresta, se encuentran un conjunto de ermitas evocadoras de los tiempos de oración en silencio y soledad. Una de las más visitadas es la conocida como San Miguel, La más cercana y en dirección a la salida del Sol. Todo lo que tiene de pequeña y sencilla, se vuelve infinita, no solo por estar dedicada al Arcángel de la Justicia, también por ser un balcón natural en donde contemplar la grandeza del paisaje que protege la Santa Reliquia, frente a nuestros ojos, las bellezas de piedra del macizo Oriental de los Picos de Europa en todo un esplendor de la creación, enmarcado en los Valles y pueblecitos de la comarca, que siglos atrás, recibieran la bendición desde este lugar. No se sabe exactamente su época pero sería a partir del siglo XIII, solo tiene una planta del antiguo ábside de forma rectangular con un arco apuntado, y su espadaña se reconstruyó hace unos años. Pero no hay que dejarse engañar por su aparente pobreza, pues como tantas veces ocurre, lo pequeño es grande, y el Alma se ensancha cuando los ojos llegan al lugar, en donde mirar, es VER. ( MgP)