Quienes voluntariamente han renunciado a todo por seguir a Jesús, quienes no ponen su confianza en el dinero o en el poder, están posibilitando un lugar en el corazón para que Dios pueda habitar en él. Quienes se han vaciado de si mismos, de sus rencores u odios, de su necesidad de ser primeros, quienes no viven en un mundo de competición, los que se han desapropiado de todo, hacen posible que Dios viva en ellos. Ser felices no consiste en llegar a ninguna meta, sino aprender a vivir las contrariedades de la vida con la confianza puesta en Dios. Tener el corazón liberado de todo lo que no sea Dios para que Dios sea todo en la persona. A los discípulos Jesús les pide que aprendan a vivir todo con Dios, aunque eso les lleve a situaciones de carencia, de incomprensión o persecución.