En el centro de este pequeño monasterio encontramos la Iglesia; ella es corazón de todo lo que la rodea. Ella lo polariza y da sentido a todo. En el corazón del monasterio el misterio de Dios, que se entrega a los hombres y del hombre, que se entrega a Dios en la oración litúrgica de la Iglesia.

Todo el conjunto, más unos días que otros y según la estación del año, es un lugar retirado y silencioso, y es también un lugar de encuentro, de diálogo y de amor. La vida cristiana es una historia de amor y el amor reclama que uno se retire discretamente para quedar libre de palabras y de gestos para expresar su intimidad a la única persona que cuenta en ese momento.

Espacio particular de silencio, que invita y ayuda al recogimiento, lugar también de reunión de la comunidad y para nosotros los franciscanos que aquí estamos, lugar de acogida al peregrino. La intimidad de la Fraternidad Franciscana que aquí vive está abierta aquí a los demás, para juntos participar en el misterio de Amor.