Hacia la ermita de san Miguel

Paseo en busca

de horizontes abiertos

y todo alrededor

me va llevando con su melodía continua:

las rama con sus quejidos,

las pisadas temblorosas

de los animales escondidos,

el canto de los pájaros,

los susurros de otras gentes

conversando sin reparos……

Pequeña subida,

metáfora de tantas sendas

con silencios y esfuerzos,

sus curvas nos provocan el deseo

de llegar cuanto antes al final.

Lo pequeño corona la cima

con el viento y su infinito de compañeros;

solo me queda

reposar mi cabeza y aliento, por un instante,

sobre sus piedras milenarias.

Las ermitas son huecos

a la inmensidad del Misterio

como humildes oasis siempre acogedores

Da igual su advocación

y el sitio donde se encuentren

porque en ellas Dios se vuelve presente

bajo los endebles muros de san Damián

o la Porciúncula o….. que amenazaban inminente ruina…..

Son pausas y espacios concentrados

y libres de distracciones:

el más pequeñuelo detalle

nos guía con su mano cuidadosa.

(Toño Mtnez. En un paseo hasta la Ermita de san Miguel en Sto. Toribio de Liébana)