Estos días de vacaciones para muchos, son aprovechados para disfrutar en las montañas. Nuestros visitantes son sobre todo, familias venidas desde distintos lugares, llegando muchos por vez primera el Monasterio.

Ayudados por un invierno tímido y el paisaje en todo su esplendor, pasean por las ermitas que lo rodean y corren los chiquillos por la plaza, agradeciendo un entorno tan agradable.

Entran en el claustro, se llaman entre sí para la foto. Luego se paran ante la puerta del Perdón, y cada vez hay más admiración y curiosidad. Entran en la Iglesia y se sorprenden de su piedra austera y solemne, y por fin llegan a la Capilla del Lignun Crucis y entonces el silencio se hace sonoro, unos mirando y otros viendo, envueltos sin duda en el respeto, al descubrir un lugar único que ni a pequeños ni a mayores, deja indiferente.