A menos de un par de kilómetros del Monasterio partiendo de la ermita de San Miguel, hacia el encuentro con el río Deva y la carretera de Fuente Dé, el paisaje nos sorprende de nuevo, con esos pequeños lugares, aparentemente olvidados y que sin embargo tuvieron su protagonismo  en la historia.

A la entrada de la pequeña aldea de Congarna, está en pie otra de nuestras ermitas, la dedicada a San Julián,  que esconde una gran historia. En dicho lugar y alrededor del siglo X, existió un Monasterio, que estaba bajo la tutela de San Martin de Turieno, el que siglos más tarde se convertiría en Santo Toribio, cuya relación queda plasmada en  su escudo frontal, con el Báculo y Mitra rodeando a la Cruz, en alusión al Lignun Crucis, sobre el cofre con el resto de reliquias traídas de Jerusalén por el Obispo de Astorga.

Aunque en su interior la talla de San Julián,  Santo de la ductilidad y el espíritu constructivo, se presenta  en madera policroma, y nos sitúa en el siglo XVII, las pequeñas dimensiones de la construcción, nos llevan a épocas prerrománicas, con una bóveda de cañón y un arco de medio punto de toba en piedra porosa, y en buen estado de conservación.

Un precioso paseo por la historia en el marco de una naturaleza generosa, dispuesta siempre a ofrecer gratuitamente su belleza, a todos aquellos que gustan de  buscar la verdad en las cosas sencillas.

(Marga Pereda)