Llegan de nuevo los peregrinos al Monasterio, esta semana Santa más de 100,  y se produce la magia de la alegría. La “gente” se convierte en “persona”, y cada cual experimenta el final de la travesía a su manera, pero todos tienen un denominador común: se sienten felices y plenos.

Pudiera ser por el Camino, que es una significativa batalla contra la geografía de las montañas, o quizás porque a su llegada, se encuentran un lugar diferente a lo que esperaban. La naturaleza en su esplendor, la ausencia del consumo urbano,  la piedra del templo gritando la fe, la reliquia de Cruz recordando el amor…o bien una mezcla de todo, que  les evoca otra manera de vivir con lo esencial y desde lo primordial.

Un viaje personal y  magnífico de historia y fe, de luz y silencio sonoro. Será por eso que  todos sonríen, y se sienten contentos en su llegada, y  aunque unos lo perciban u otros no, puede ser el final de un principio: porque, no lo olvides, toca seguir caminando! (MgP)